El Jockey Club
A partir de 1880, la República Argentina avanzó hacia su definitiva organización como nación bajo la guía del lema “paz y administración”, que caracterizó la primera presidencia del General Julio A. Roca (1880-1886). Se abría un campo propicio para las realizaciones institucionales, que llevarían adelante los hombres líderes de la célebre Generación del Ochenta. Mucho era lo que había por hacer en el ámbito público y mucho también lo que podía y debía hacerse en la esfera privada, en lo social y en lo cultural.
El Club
A partir de 1880, la República Argentina avanzó hacia su definitiva organización como nación bajo la guía del lema “paz y administración”, que caracterizó la primera presidencia del General Julio A. Roca (1880-1886). Se abría un campo propicio para las realizaciones institucionales, que llevarían adelante los hombres líderes de la célebre Generación del Ochenta. Mucho era lo que había por hacer en el ámbito público y mucho también lo que podía y debía hacerse en la esfera privada, en lo social y en lo cultural.
La antigua Sede Social de la calle Florida
Durante sus primeros años las actividades sociales del Club se desenvolvieron en distintas residencias alquiladas, ubicadas en la zona céntrica de la ciudad, pero una nómina societaria en constante aumento pronto aconsejó la edificación de una sede propia, que estuviera en línea con la creciente jerarquía que el Club había alcanzado en su primea etapa. Un paso importante se tomó en 1888, cuando se adquirió un predio en la calle Florida entre Lavalle y Tucumán, ubicación inmejorable del Buenos Aires de fines del siglo XIX. Después de llamar a concurso de proyectos, se resolvió la iniciación de las obras, con planos del arquitecto austríaco Manuel Turner. El plano original, que se extendió por nueve años, fue completamente modificado, firmando la obra definitiva el ingeniero argentino Emilio Agrelo.
Una soberbia fachada sobre la calle Florida, impactante recepción y una magnífica escalera; suntuosos salones, amplia sala de armas y acogedor comedor; sus elegantes características contribuyeron para que, desde su inauguración, el 30 de septiembre de 1897, el palacio del Jockey Club se transformara en el centro predilecto de la actividad social más encumbrada de la ciudad. En su mobiliario y adorno tuvo mucho que ver Carlos Pellegrini, quien se ocupó personalmente del arreglo definitivo de la casa hasta en sus mínimos detalles, con la colaboración de Miguel Cané que, desde París, en donde era ministro de nuestro país, envió lujosos cortinados, espesas alfombras, panoplias, arañas de finísimo cristal e incluso faroles para el frente del edificio.
Con el tiempo, la casa sufrió diversas modificaciones. Se adquirieron varios solares vecinos para ampliar las instalaciones y la construir un edificio anexo para oficinas administrativas. Sucesivas reformas, en 1909 y en 1921, permitieron adaptar los salones a los cambios producidos en las modas y en el gusto, a la vez que, con asesoramiento especializado, se formó una valiosa colección artística, con pinturas firmadas por Louis Michel Van Loo, Goya, Bouguereau, Corot, Monet, Sorolla, Anglada Camarasa, Fantin-Latour, Carrière y Favretto. Y también lucían numerosas telas de maestros argentinos como Sívori, Gramajo Gutiérrez, Bermúdez, Quinquela Martín, López Naguil, Fader, Cordiviola y Aquiles Badi, formando el conjunto una verdadera galería de arte, que algunos socios del Club no vacilaban en considerar como "nuestro pequeño museo".
Los hipódromos de Palermo y San Isidro y el Campo de Deportes
Respecto del rol de líder que se deseaba asumir desde el punto de vista hípico, 1883 el Club tomó a su cargo la administración del Hipódromo Argentino, que existía desde 1876, estableciendo un nuevo reglamento de carreras que pronto tuvo validez en todo el país. La creación del Stud Book (registro genealógico de los animales de sangre pura de carrera introducidos o nacidos en el país) completó la serie de importantes medidas iniciales que, muy pronto, comenzaron a dar importantes frutos.
Hacia 1907 el Club encaró reformas integrales en el hipódromo, a cargo del arquitecto Louis Fauré Dujarric. Las nuevas instalaciones se inauguraron en 1909, dando lugar al aspecto elegante que aún hoy presenta. Su nueva apariencia se lució en las carreras especiales de las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, cuando el Jockey Club desplegó un nutrido programa de premios de relieve internacional.
Pero el gran emprendimiento hípico encarado por el Jockey Club consistió en la construcción de un nuevo y moderno hipódromo en San Isidro, al norte de la capital. El 5 de abril de 1926 se adquirió una extensa fracción de tierras -de 316 hectáreas-. Construido de acuerdo con los conceptos más modernos en la materia y dotado de soberbias pistas con un recorrido oval de 2.738 metros, el Hipódromo de San Isidro fue inaugurado el 8 de diciembre de 1935. Pistas de entrenamiento, boxes y un hospital veterinario completaron con el tiempo las instalaciones a las que rodean magníficos parques.
En esas tierras también se construyeron dos canchas de golf de 18 hoyos cada una -la colorada y la azul- diseñadas por el especialista Allister Mckenzie, que abrieron al público en 1930. En 1940 comenzó la construcción de un fantástico edificio social de estilo inglés, el Club House del Golf, y ese mismo año se inauguraron las dos primeras canchas de polo de un total de siete con las que se cuenta actualmente. Piletas de natación para mayores y niños y canchas de tenis y fútbol constituyen el área deportiva al aire libre que también se estableció en el inmejorable paisaje de San Isidro.
En mayo de 1953 el Jockey Club fue declarado disuelto y extinguido por una ley nacional, pasando sus propiedades a poder del estado, que desde ese momento también administró los hipódromos. Al recuperar sus bienes en 1958, el Club no pudo hacerse cargo de inmediato de los hipódromos de Palermo y San Isidro, puesto que recién en 1962 el Gobierno Nacional resolvió transferirle su administración, que ejerció hasta que se revocó ese convenio en 1974. Cuatro años después, en 1978, se obtuvo la restitución plena del de San Isidro, al que el Club dotó de importantes adelantos tecnológicos que permitieron desarrollar la intensa y lucida actividad hípica con la que el Jockey lleva adelante el postulado inicial de su Estatuto.
La segunda época del Club y la actual Sede Social
El 15 de abril de 1953, en un contexto de irracionales pasiones políticas, el palacio del Jockey Club de la calle Florida fue incendiado y destruido, perdiéndose casi la totalidad de su patrimonio artístico. Pocos días después el Club fue disuelto, recuperando su personería recién en 1958. La nueva etapa que se inició tuvo como escenario una residencia que había pertenecido a la familia Estrugamou ubicada en la calle Cerrito 1353. La casa fue adquirida con sus muebles, alfombras, arañas y obras de arte y se la adaptó para las actividades del Club con el asesoramiento del arquitecto Alejandro Bustillo. Aunque de menores dimensiones que la calle Florida, cumplió muy bien con los requerimientos de la entidad durante ese tiempo de transición.
En 1966 llegó el momento para que el Club dispusiera de una casa acorde con su importancia: se adquirió el edificio de Avenida Alvear 1345, una de las mansiones más suntuosas de Buenos Aires a fines del siglo XIX, cuyo frente, para mayor significación, se abre sobre la plaza en la que se erige el monumento a Pellegrini, fundador del Club.
Las complejas tareas de reciclaje, a cargo del estudio de los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno, permitieron que en noviembre de 1968 el Jockey Club abriera nuevamente sus puertas en una casa de gran clase, dotada de todas las comodidades necesarias para su funcionamiento. Se respetaron los ambientes de la recepción, tal como eran cuando aún vivía allí su antigua propietaria, doña Concepción Unzué de Casares, pero el resto de la casa sufrió un completo proceso de transformación. Se volvió así a disponer de amplias dependencias, un vasto comedor, una gran sala de armas y una inmensa biblioteca. Volvieron a colgar de los muros pinturas de firmas reputadas y a llenarse de voces los lujosos salones. Se volvió también a discutir sobre turf y otra vez se realizaron importantes reuniones culturales. El Jockey Club volvió a adquirir el antiguo y tradicional esplendor que lo había caracterizado desde, instalado en uno de los recodos más distinguidos de la ciudad de Buenos Aires.
En 1981 la sede social de la Avenida Alvear se agrandó notoriamente con la adquisición de una residencia anexa, sobre la calle Cerrito, que había sido propiedad de la familia Sánchez Elía. Se integraron ambas casas a través de sus jardines, se agregaron nuevos ambientes y la sede del Jockey Club alcanzó entonces su máxima prestancia; la misma que hoy se despliega, con cotidiano deslumbramiento, ante los socios que la visitan y que ingresan en ella bajo la mirada alerta de la Diana de Falguière que, salvada del incendio de 1953, sigue custodiando las puertas del Club como lo hizo siempre, desde su inauguración, en la recordada sede de la calle Florida.